Desde octubre del año pasado vivimos una vida muy compleja en Chile.  Miedo, ansiedad, incredulidad, culpa, rabia, irritación, tristeza, insomnio, falta de apetito, fatiga, sensación de desconexión con la realidad, son algunos síntomas que le han aparecido a muchos chilenos por este malestar que se vive en el país, según el Ministerio de Salud de Chile, como reacción ante el estallido social que se inició el pasado 18 de octubre. El costo psicológico de vivir en un país donde las denuncias de abusos policiales son diarias, igual que los incendios y saqueos en lugares públicos y privados, empieza a sentirse.

Ahora, con la crisis sanitaria que vive nuestra región y el mundo completo, todo se ha dificultado aún más y la incertidumbre ha crecido.

Por otro lado, se percibe una rabia un odio en la población que antes no se percibía y ahí me quiero referir al tema de las redes sociales. Creo que si bien, las redes sociales ayudan mucho para informarse, comunicarse, entretenerse e interactuar, también han provocado mucho daño a la población. Por un lado, se transmite mucha información falsa que genera angustia, miedo y malestar y, por otro lado, también genera envidia, ya que se puede percibir en las distintas redes como Facebook o Instagram que hay gente que publica cosas agradables, lindas y parece mostrar una vida perfecta a través de sus fotos, mientras otros lo están pasando pésimo en el momento.

La revista Paula publicó hace unas semanas un artículo que me pareció muy interesante para esta misma temática que titula: “Ser feliz durante la pandemia, ¿Necesidad o egoísmo?” y empieza con el ejemplo cuando en Santiago hubo días de mucha lluvia y donde mucha gente publicaba en su Instagram estar feliz en casa con su familia comiendo sopaipillas, mientras que más de la mitad de la población de Chile no tiene esa comodidad en su hogar. Eso fue recordado por algunas redes sociales, como Twitter, donde usuarios fueron enfáticos en dar a conocer que hay muchas personas en situación de calle, en campamentos y cumpliendo la cuarentena en casas que no están preparadas para las inclemencias del tiempo. Desde su punto de vista, alegrarse por la lluvia era una demostración de egoísmo, falta de empatía y cero apego a la realidad.

¿Es realmente egoísta tratar de ser feliz en esta época? “Hay dos conceptos de felicidad”, dice el director ejecutivo del Instituto Chileno de Psicología Positiva, Claudio Ibañez. “Uno es un concepto hedónico, que significa sentirse bien. Pero la felicidad es mucho más que sentirse bien, y por eso se habla del bienestar subjetivo, que tiene que ver con un concepto de felicidad más profundo y conectado con la realización personal, que es funcionar bien aunque la situación sea dramática.” Este mismo profesional continúa: “Aunque las redes sociales son un parámetro distorsionado donde prima el anonimato, es cierto que sentir felicidad, entendida como andarse riendo y estar contento, demuestra poco criterio de realidad”. Pero las personas si pueden funcionar bien estando en contextos negativos, y ahí hay que activar emociones como la gratitud y la persistencia.

Desde mi punto de vista, los seguidores de las redes sociales claramente tratan de mostrar lo mejor y lo más lindo de su vida. Nadie va a publicar una foto triste, mala o fea. Pero eso no refleja mucho de lo que le ocurre realmente a la persona. Hay personas que por su personalidad necesitan publicar lo que hacen y les gusta mostrar parte de sus vidas en las redes sociales. Otros son más reservados con su vida privada y prefieren no subir fotos. Creo que todo es válido y hay que aceptar cada punto de vista.

Es cierto que hay personas que están pasando esta cuarentena en mucho mejores condiciones que otras, pero eso no significa que una persona tenga que limitarse de mostrar su vida si es que así lo desea. No por eso es egoísta o poco empático.

Aquí nuevamente predomina la tolerancia y aceptar que hay muchas diferentes personalidades en una sociedad donde algunos les gusta mostrar más que a otros lo que les ocurre en su intimidad.